Así es Inés, cuando la conocí tenía 70 y no se atrevía a decir su edad. El final de una etapa migratoria.
Mi colega, Catalina Santana C, emprendedora y fundadora de 101 ideas en Colombia, es la estratega de esta empresa social que abandera el Age-Pride (el orgullo de la edad). El objetivo de 101 ideas es trabajar por revitalizar la vida adulta de las personas, acercando oportunidades laborales a las personas mayores, una causa que me impulso a escribir este post. No dudéis ni un minuto en visitar su página.
Por eso hoy vengo a contarles la historia de Inés quien me ha inspirado a escribir sobre ella (sólo digo su nombre, el resto de los datos son secreto de sumario…ahahah..ha quedado bien eh!). A Inés la conocí hace más de cuatro años, llegó a mi despacho solicitando apoyo para retornar a Colombia. Su solicitud fue clara, “tengo dinero para regresar, pero no conozco a nadie que me recoja en el aeropuerto”.
En ese momento Inés tenía 70 años, había salido de Colombia hacia 40 años , no tenía pareja, ni hijos y llevaba más de 17 años en España en situación administrativa irregular (huyó de Venezuela y de un marido maltratador); siempre había trabajado como interna o en el servicio doméstico y en ese momento continuaba limpiando en tres domicilios a quienes les había ocultado la edad.
Creerme, Inés estaba en perfectas condiciones físicas y mentales, vivía en un piso en Alcorcón desde hacía más de 10 años, era de estatura más bien pequeña y después de una hora de conversación (soy de las que se enrollan como las persianas) conquistó mi corazón, ella es de esos seres entrañables, que ha sufrido, pero aun así te abraza y reconforta tu alma.
La historia de Inés no es un caso aislado, llegó a España a finales de los 90 cuando España estaba en su momento de más auge económico y cuando se produjeron los flujos migratorios más importantes (para aquellos/as que no lo sepan fue el momento de más entrada de población migrante en España). La construcción no sólo trajo pisos en abundancia sino mano de obra barata.
El deseo de Inés, como el de aquella migración que llegó hace más de 20 años, es retornar a su lugar de origen y envejecer tranquilos, recoger todo aquello que han sembrado durante tantos años en el extranjero…pero esto es una ilusión. Lo cierto es que estas personas apenas han cotizado a la seguridad social, entre ellas hay un gran número de mujeres que trabajaron en el servicio doméstico durante años en situación administrativa irregular (enseguida explico a que se refiere esto), por lo que a la hora de la etapa final de sus vidas,cuando quieren regresar a sus países, simplemente no pueden, increíble pero cierto.
¿Por qué no lo hacen? Básicamente por las siguientes cuestiones:
Muchos/as a lo que tienen acceso es a una Pensión No Contributiva, por lo que si se van del país la pierden y entonces ¿De qué se van a mantener?
Si aplican al convenio bilateral en materia de pensión, dependerá del país, del sumatorio de los años y por lo tanto, a tener en cuenta los complementarios que puedan añadir a su pensión. En resumen, del dinero. Literalmente he llegado a ver pensiones denigrantes de sólo 200 euros.
El hecho de haber enviado remesas, mantenido a familiares en el lugar de origen y enfrentarse a ser ese miembro de la familia que sólo envía dinero a casa y que sus familiares crean que tiene una vida de lujo en el lugar de acogida (algo que da para otro post ;-) ) no implica que esos familiares quieran recibirlos de vuelta en el país de origen aun habiendo recibido esa ayuda.
Al final y para no divagar más, la cuestión es ¿Qué ha pasado con todas estas personas que han limpiado nuestros hogares, cuidado a nuestros hijos/as, construido las paredes de nuestras casas, servido las mesas en los restaurantes,etc., en España?
Pues que, dependiendo de las circunstancias familiares, los que tienen mucha suerte regresan, tienen su casa y su pensión; aquellos que han hecho su vida en España verán las siguientes generaciones crecer aquí, pero siempre tendrán el eterno anhelo de volver y luego en el último eslabón, están los casos como Inés, sin familia, sin red de apoyo estable, con dinero guardado bajo el colchón, con ganas de hacer cosas, pero sola…oh! Soledad…
Así se llamaba mi abuela, pero ella nunca estuvo sola, la Sra. Inés sí, el final de esta historia se resume en que ella la señora dulce, amorosa y con el alma como una casa ahora vive en una residencia en Bogotá y soy la única persona que acude a visitarla cada vez que viajo a Colombia.
Como Inés, hay multitud de casos de supervivientes como ella, llegó a España con sueños, separarse de un marido que la maltrataba, lo cumplió, vivió tranquila, en paz y hacia lo que ella quería,era feliz. Conforme se hizo mayor, viéndose válida y pudiente sólo quería que alguien la recogiera en el aeropuerto de un país que ya no conocía. El resto ya lo iría viendo sobre la marcha.
Inés tiene ahora 74 años, es de las personas más colaboradoras de la residencia para personas mayores en la que vive, colabora en la cocina, limpia las habitaciones y ayuda en la cafetería, sigue siendo productiva, pero el sistema migratorio la ha relegado a vivir de la caridad y de la solidaridad de las hermanas que gestionan la congregación.
Es curioso, porque para mi ella se llama Inés, pero seguro para ti puede tener otro nombre. Podrías estar pensando en alguien, hombre o mujer, que fue valiente, que migró y que sigue estando en plena de sus facultades, pero que la falta de cotización o por la promoción de la economía sumergida, no disfruta de en su etapa jubilatoria de la paz y la tranquilidad por la que tantos años trabajó.
Si miras más allá y piensas en cómo está el mundo y a donde van las sociedades actuales, quizás tu puedas ser Inés, una persona maravillosa que a los 70 años, debía ocultar su edad solamente para que no la rechazaran en su trabajo, para seguir sintiéndose útil mientras podía volver al país en el que nació pero del cual ya no conocía a nadie ni nada.
Lamentablemente, muchas de las personas mayores migrantes se encuentran en el cajón del olvido, afrontando en silencio su soledad, sus sentimientos de fracaso ante su proyecto migratorio, sintiéndose derrotados aun saliendo victoriosos de las adversidades que atravesaron, en un mundo en el que se invalida el cómo estos mayores migrantes experimentados ayudaron a construir las sociedades.
Historias como la de Inés demuestran la necesidad de reconocer a los mayores migrantes como lo que son, unos grandes luchadores, los/as líderes de un movimiento, y SIEMPRE los más invisibles.
**No se pierdan la labor que se hace desde @101ideasco en donde se pone en relieve y se legitima el importante papel que tienen las personas mayores y su experiencia en el mundo.
Un texto de
Social Project Manager, Consultora social y especialista en Migración. Ponente sobre Duelo Migratorio LATAM.