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ME SIENTO ORGULLOSA DE LO QUE SOY HOY Y AHORA, soy una mujer feliz a mis 67 años

Soy Martha, mamá, abuela y mujer empresaria. Algunas veces pienso en ese temor que resulta al llegar a la vejez, sobre todo teniendo en cuenta los cambios piscológicos y sociales que de manera natural aparecen en esta etapa de la vida.

 

Y es que para nadie  es un secreto que a medida que envejecemos, nuestras capacidades se van reduciendo, que todas aquellas cosas que antes disfrutábamos y no significaban ningún esfuerzo, ahora se hacen difíciles, tediosas y a veces hasta pesadas. 

En ocasiones nos sentimos desolados, porque tendemos a “imaginar” que nuestras opiniones no tienen la misma relevancia de antes, y la sensación de impotencia que esto nos produce, se convierte en depresión, frustración, amargura y soledad;  Imaginen por un momento lo que se siente saber que tienes mucha experiencia pero que nadie te escucha, bueno eso sentimos a veces.

Todas estas sensaciones que nos hacen sentir desolados, me han llevado a repetirme una y otra y otra vez, que es vital recordar los logros que alcanzamos durante nuestra vida, porque a pesar de que nuestro entorno viva embebido en la urgencia de los acontecimientos del presente, y las promesas un tanto fantasiosas del futuro, es en el pasado donde se encuentran los cimientos que definen lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos.

Y esto no significa que vivamos añorando nuestra juventud, pero sí nos invita (los invito) a reconocer la importancia de enaltecer para nosotros mismos el camino que hemos recorrido, ya que es justo en ese camino, donde podremos reconocer nuestras mayores virtudes; aquellas que nos hicieron sobrevivir a las dificultades que se nos presentaron, sin que perdiéramos la sonrisa y el deseo de seguir viviendo.

 

Reconocer nuestros logros, nuestra experiencia y la sabiduría que nos ha dado el paso del tiempo hace más fácil concentrarnos en el futuro, e ilusionarnos con las maravillas que la vida tiene para ofrecernos en el presente.

En mi caso, el momento en el que re-nací, fue justamente el nacimiento de mi nieto; para mi representó la posibilidad de volverme a entusiasmar con cosas que creía perdidas. Ayudar en su crianza, me hizo sentir de nuevo que aún tenía mucho por enseñar, y dediqué gran parte de mi tiempo a disfrutar de su crecimiento como persona, el resultado es una personita maravillosa de la cual hoy me siento muy orgullosa

Esta nueva oportunidad me hizo ver con otra perspectiva todo lo que me aconteció y así pude hacer las paces no sólo con aquellos sueños que quedaron archivados, sino también con las desilusiones familiares que viví y las derrotas con las que a pesar de mi incansable lucha tuve que lidiar, derrotas que por cierto hoy llamo aprendizajes.

 

 Gracias a este nuevo impulso, re-descubrí la alegría inmensa de trabajar, y la importancia de los sueños, de mis sueños. Por eso escribo hoy, como una invitación a ustedes. Los invito no solo a no temerle a la vejez, sino a mirarla directamente a los ojos con dignidad.

Y como digo “ el presente es el orgullo de lo que he logrado, a mis 67 años me siento feliz, porque estoy segura que igual que en el hermoso ocaso cuyos últimos rayos de sol embellecen las praderas, esta nueva etapa ilumina mi existencia y me invita a recapitular todo lo que he sido, dándome la enorme satisfacción del deber cumplido, y haciéndome merecedora de una despedida de esta tierra en la que  “esa noche, cuando entre en el cielo, mi saludo barrerá el azul de su umbral, y conmigo irá una cosa sin manchas ni arrugas, un diamante en las cenizas! y esa cosa será…mi legado”.

Un texto de Martha Chavez

Corrección de estilo Natalia Santana  y Catalina Santana C