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LA ENERGIA NO SE DESTRUYE CON LOS AÑOS, se transforma con la experiencia

Soy Inmaculada, española, socióloga y mamá; llegué a Colombia en agosto del 2006 para hacerme cargo de la dirección regional de desarrollo de mercados de una multinacional mexicana. 

En ese entonces me pasaba la vida en un avión, en el año 2007 estuve más de 40 semanas fuera de Colombia. Recuerdo que siempre pedía al inicio de cada viaje que no me faltase la energía para “abordar” los retos que más de diez países a mi cargo me exigía. Y nunca me faltó. Pensaba que la energía era cosa de la edad, contaba con 45 años. Hoy, en el 2020 me doy cuenta que la energía que pensé me iba a faltar nunca dependió de la edad, así como me la ha mostrado la vida, y hoy vengo a contárselo a ustedes.

Para mi sorpresa y la de muchas personas  desde hace algo más de cinco años me reinventé, sí, a mis 53 años salí del mundo corporativo y busqué mi nuevo mundo profesional cerca  de la edad de la jubilación o retiro en Colombia, fuera del mercado laboral en España, país en el que nací.

Foro Met, Bogotá del 2019, foto autoría de MET Community

En diciembre del año que acabamos de cerrar, 2019, una compañía para la que presto servicio de facilitación de conversaciones propositivas, me dice que en menos de 10 días debemos visitar cinco pueblos del bello departamento de Boyacá (Colombia) para realizar unos encuentros con alcaldías, instituciones públicas como secretarías de trabajo, educación, salud, etc. y organizaciones de la sociedad civil; el objetivo: romper paradigmas sobre el SISBÉN (Sistema de caracterización de potenciales beneficiarios de programas sociales del Estado de Colombia) para el Departamento de Planeación Nacional, organismo responsable de dicho sistema.

Si hay algo me gusta hacer en la vida es formación a través de conversaciones que llevan a la acción y justo este proyecto de urgencia (trabajamos del 9 al 19 de diciembre, en plenas Fiestas Navideñas, en un país que a partir de la Noche de Velitas pone un cartel de “cerrado por vacaciones”) requería de las mejores habilidades de facilitación  para superar tópicos y trabajar con participantes difíciles, por preparación, vulnerabilidad y prejuicios. Es decir, ¡todo un reto!.

Sumado a esto, el desafío que me parecía inabordable, era el viaje por la Boyacá profunda constituida por pequeños pueblos repartidos a lo largo de páramos creadores de vida y agua. Pensar en soportar viajes en automóvil de más de diez horas para ir de un municipio a otro. ¡Agotador!

Durante la travesía nos quedamos varados en mitad de la nada, en la vereda La Palma, de un pueblo que se llama Labranzagrande, más cerca de Yopal (Casanare) que de Tunja (Boyacá, su propio departamento). Y, ahí y con escaso tiempo para reaccionar, teníamos que llegar a la cabecera del municipio para realizar la reunión con los invitados; las fuerzas (en definitiva, energía) nunca me faltaron, para subirme en una grúa, para caminar kilómetros, para facilitar el encuentro con las distintas audiencias, para sintetizar nuestra conversación, para animarlos a cumplir la norma y a denunciar los abusos.

Imagen tomada de http://bit.ly/2RjaWtl

Lo que descubrí es que da igual la edad (estaba cumpliendo 59 años el 13 de ese mes) si el propósito de vida es el que siempre has soñado, es la motivación que te lleva a la acción, es el sueño hecho realidad. Todo ello transforma la energía de la experiencia en la fuerza para superar los inconvenientes y accidentes y cumplir con el compromiso profesional que está detrás de un sueño, tu sueño, sea cual sea la edad que tengas.

Porque como decía mi madre, “la juventud es algo que se cura con la edad” y llega y se pone de manifiesto cuando te das cuenta que  la experiencia siempre estará en nuestras manos para cumplir con nuestros sueños; y es que como ya lo he dicho, para mi la energía no se destruye con los años, se transforma con la experiencia.

Un texto de Inmaculada Aragón

Corrección de estilo Natalia Santana  y Catalina Santana C